Se llama Chayka (gaviota, en ruso) y tiene una eslora de 54 metros, un tamaño ridículo comparado con los caprichos flotantes en los que navega la oligarquía rusa; Roman Abramovich, por ejemplo, acaba aumentar su colección de yates al recibir esta semana el Solaris (140 metros), si bien el Eclipse (162 metros) sigue siendo la joya de la corona.
Según medios independientes de Rusia, el Chayka forma parte de la flotilla de yates del Kremlin. En uno de los pocos documentos existentes con información sobre la propiedad de la embarcación, un registro de barcos de 2017 de Russian Maritime Register of Shipping (RS), el yate pertenece a la «empresa estatal de suministros del departamento administrativo del presidente de la Federación de Rusia».
El yate fue construido en 2009 por el astillero turco Proteksan Turquoise para un empresario italiano y botado con el nombre de Leo Fun. Como suelen hacer muchos propietarios de grandes esloras, el armador dejaba su barco disponible para chárter cuando no tenía previsto navegar en él. Se cuenta que Vladimir Putin descubrió la embarcación durante uno de esos servicios de alquiler. Y debió disfrutar a bordo, puesto que en 2011 transcendió que el gobierno ruso compró el yate para que Putin recibiera a sus invitados durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2012. El barco fue rebautizado como Sirius y poco después pasó a llamarse con su nombre actual.
Desde el astillero describen su creación como un yate de exploración moderno y lujoso, preparado para completar con comodidad travesías transatlánticas y expediciones de más de 4.000 millas de distancia. También destacan sus enormes espacios exteriores e interiores, «con capacidad para celebrar grandes recepciones lujosas o eventos nocturnos sofisticados en la cubierta». Las publicaciones especializadas valoraban el ‘Leo Fun’ en entre 30 y 40 millones de euros.
Con un diseño exterior de Paolo Caliari, el casco de acero mide 53,7 metros de eslora por 9,4 de manga y tiene un calado de 3,05. El Chayka requiere 100.000 litros de combustible para llenar el depósito y avanza a una velocidad máxima de 17 nudos propulsado por casi 4.000 caballos.
Se desconoce a qué trabajos de reacondicionamiento y mejoras ha sido sometido el Chayka en los últimos años, si bien salió del astillero con capacidad para acomodar a 12 invitados en los camarotes y con una tripulación formada por 11 efectivos. Destacaba un salón comedor de 100 metros cuadrados, así como todos los extra que exige cualquier superyate que se precie: piscina, jacuzzi, gimnasio, zona de barbacoa, beach club… Según recogen las plataformas dedicadas al charter de lujo, la zona reservada al armador incluye cabina con cama XXL, vestidor, despacho y baño completo. La página web del Turquoise Yachts contiene una selección de imágenes exteriores e interiores del barco.
Como buen yate explorador de lujo, en sus entrañas guarda todo un arsenal de juguetes acuáticos (al menos en tiempos en los que se llamaba Leo Fun) con una lancha, tres semirrígidas, motos de agua y equipos de windsurf, pesca o buceo.
Durante el encuentro entre Vladimir Putin y Alexander Lukashenko se pudo ver algunos detalles del Chayka. En un momento dado, ambos presidentes aparecen sentados en la mesa de un salón ovalado cuyas paredes corredizas pueden ocultarse para obtener un espacio al fresco… cuando las condiciones meteorológicas del Mar Negro lo permiten.
Putin siempre ha querido proyectar la imagen de dirigente austero y muy receloso de su intimidad, por lo que las fotografías y vídeos de él a bordo de uno de sus yates presidenciales son un material que pasará a formar parte del archivo histórico del hombre que lleva dos décadas al mando de Rusia.