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A Jesulín le llaman Jesús

Cumple 47 años Jesulín, el niño prodigio o prodigio de niño que puso a su pueblo -cuna de la piel- en el mapa de España, el país de la piel de toro. No podía tener otra forma el lugar que le vio nacer que la del animal al que tanto ha entregado y que, a su vez, tanto le ha dado. Porque Jesulín de Ubrique ha sido, es y será, por encima de todo, torero. Sobre el albero, ante la expectación de la concurrencia o en la soledad del campo, ya sea enfundado en el vestido de torear o en un traje corto, adquiere pleno sentido su razón de ser.

Y es que Janeiro, durante algunos años, lo ha sido todo en el toreo: el más reclamado por los medios, el más taquillero, el mejor pagado, el que más toreaba, el que más puertas grandes abría, el que más trofeos conquistaba, el que pulverizaba récords, el que gozaba de mayor cotización en derechos de imagen… ¿No es eso, al fin y al cabo, lo que Antonio Ordoñez llamaba mandar? Porque hay toreros conocidos como figuras que juegan estrictamente un papel figurativo, de relleno. Y luego están los líderes. Aquellos que tienen mando en plaza y eligen, por derecho propio, fecha, ganadería y compañeros. Esa es la verdadera gloria en el arte de Cúchares. Lo demás es sólo infierno: billete pequeño, toro grande y públicos desagradecidos.

Dicen algunos de sus compañeros, con quienes compartió cartel no pocas tardes, que su mayor virtud en sus años de oro fue el temple. Y los vídeos lo corroboran. Templar y mandar, dos grandes cualidades que le adornaron en la plaza y que, tal vez, le habrían servido para evitar algunos escándalos de cuantos publicaron quienes siempre tratan de buscar lodo en el oro. De él se ha escrito y dicho mucho. Y, como siempre ocurre con las figuras que suscitan interés, se han inventado leyendas. Algunas urbanas y otras más rurales.

Yo, que durante algún tiempo le traté estrechamente, recuerdo en una soleada mañana de verano a Julia -hoy ya mujer, a las puertas de la mayoría de edad- andar de niña, con la melena al viento, en bicicleta por Ambiciones y al pequeño Jesús dar pases con su primer capotillo. He sido siempre receptor de su gran generosidad. Saborea el maestro ahora la anhelada calma junto a María José, después de tanta tempestad. Algunos días, vuelven a doler las cornadas y recuerda el trayecto transitado a través del mapa de sus cicatrices. Y la espalda le susurra, de cuando en cuando, el recuerdo de la nueva oportunidad que le dio la vida aquella noche, cuando casi se deja el alma en la carretera.

Atrás quedó la imagen caricaturizada. Ahora, reconocidos sus méritos y en la paz del hogar, aunque sin perder el deseo de volver a dar guerra, a Jesulín le llaman Jesús.

 

 

Juan Carlos Antón

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