No soñaba con ser cocinero pero la vocación encontró en los fogones a Adrià Viladomat, un barcelonés de 24 años que acumula en su currículo restaurantes con estrellas Michelin, gestión de cocina en cruceros y dos ediciones de las olimpiadas de la gastronomía, el Bocuse d’Or, aunque la pandemia le ha reconvertido en el mago de las tartas de queso con La Cheestera.
Pensaba dedicarse al diseño gráfico, aunque abandonó los estudios al poco de comenzarlos. Su madre le obligó a cocinar como «un castigo por dejarlo»: «Empecé a disfrutarlo un montón. Buscaba recetas, probaba cosas… Un día vino la jefa de mi madre a comer y me recomendó que estudiara cocina. Yo ni sabía que se podía».
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