‘España fea. El caos urbano, el mayor fracaso de la democracia’ (Debate) es el título del libro en el que el periodista Andrés Rubio recorre las mayores «barbaridades» urbanísticas que se han perpetrado en España y que tiene en la Comunitat Valenciana «un ejemplo terrible».
Así lo declara a Europa Press el autor de la obra preguntado por el papel que este territorio ha desempeñado en la construcción de esa «España fea».
«El ejemplo de la Comunitat Valenciana ha sido terrible, con todos esos casos de malas prácticas que hemos leído en los periódicos más los que nunca saldrán a la luz. El flaco consuelo es que otras comunidades, como Galicia o Canarias, también están en los primeros puestos de la lista. Y, en general, puede decirse que todas las comunidades autónomas han participado en el proceso destructivo desde que la Constitución de 1978 les otorgó las competencias en urbanismo».
«Este hecho –apunta– condujo a un progresivo debilitamiento del Estado en su mandato de velar por el bien común y el decoro urbano, la utilitas publica y el decor urbis del derecho romano. El resultado está a la vista: la desprotección de los valores paisajísticos ha creado escenarios de pesadilla».
Rubio asegura que «el patrón siempre es el mismo: especulación caótica, corrupción política e incultura» y advierte de que «España sigue pagando un precio muy alto por no haber imitado el modelo francés, que cuenta con un Conservatorio del Litoral, organismo estatal que compra terrenos costeros para protegerlos ecológicamente, y un Cuerpo de Arquitectos y Urbanistas del Estado». En este punto, señala que la próxima creación en Cataluña de un Conservatorio del Litoral «da esperanzas de que las cosas puedan ir cambiando para bien en todo el territorio».
A lo largo de su estudio, el autor relaciona estas aberraciones arquitectónicas y paisajísticas con las tramas de corrupción. Sobre esta vinculación, recuerda a la «legendaria» activista Jane Jacobs, quien se enfrentó en los años cincuenta y sesenta al planificador jefe de la ciudad de Nueva York, Robert Moses, que pretendía que una autopista cruzase el sur de Manhattan destruyendo lugares históricos.
«Ella venció en esta batalla, lo que da una idea de la importancia del activismo ciudadano. Jacobs fue una de las primeras activistas que detectó el carácter delincuencial del bloque inmobiliario. Cuando los agentes del mundo inmobiliario tomas las riendas, y los pensadores de la ciudad son apartados, las cosas comienzan a ir mal. Sin embargo, si los profesionales de la arquitectura están en la primera línea del poder, como ocurre en Francia con el citado Cuerpo de Arquitectos y Urbanistas del Estado, todo mejora», defiende.
Preguntado por el debate en torno a los denominados ‘arquitectos estrella’ y el caso del valenciano Santiago Calatrava, el periodista comenta que la Ciudad de las Artes y de las Ciencias es el conjunto más visitado de València, «todo un éxito turístico, más que la Lonja, que es patrimonio mundial».
«Mucha gente aprecia ese lenguaje de Calatrava que no atiende como debiera a la escala ni a la configuración del espacio público y cuyos sobrecostes en los proyectos son maquillados por los políticos. Hay obras destacables suyas, como la estación de tren de Zúrich, pero su deriva hacia una arquitectura del espectáculo muy del gusto estadounidense resulta sofocante», opina.
Asimismo, y sobre la intervención que ha realizado Enric Ruiz-Geli en el edificio del Ágora, para que el edificio creado por Calatrava acoja el nuevo CaixaForum València, Rubio cree que, «sin duda, enriquece la oferta cultural de la ciudad con una aproximación arquitectónica interesante».
En cuanto a la costa, el autor hace notar que, en contra de lo que puede hacer pensar el estereotipo, la densidad ecológica de Benidorm se está convirtiendo «en un referente y figuras como Juan Guardiola, autor de la racional y elegante torre Coblanca I, están siendo reivindicadas». Igualmente, recuerda que Oriol Bohigas definió Benidorm como un «enorme bosque de rascacielos esbeltísimos» dispuestos en hileras con vistas al mar.
Frente a esto, para Rubio «el caso de mayor negatividad sería la Manga del Mar Menor, en Murcia, por lo que representa de desarrollismo salvaje en un enclave de gran valor ecológico, y también Marina D’Or, por su banalidad arquitectónica para el turismo masivo». Alude también al caso de Xàbia, cuya «expansión en forma de mancha de aceite configura un enclave disperso y poco sostenible».
Pese a estos «horrores», el autor manifiesta que «está claro que en España ha aumentado la preocupación entre la gente por la destrucción de los paisajes» y subraya que València «tiene en este sentido una tradición admirable de activismo, como en los casos de El Saler, el cauce del Turia convertido en bosque urbano y, en fecha más reciente, el movimiento para salvar el Cabanyal».
«Protegiendo esos paisajes de la memoria, la sociedad claramente se cohesiona. Ojalá el Anillo Verde, de ámbito comarcal, logre completarse con la mayor ambición y Valencia se sume así a la renaturalización en marcha en las principales ciudades y áreas metropolitanas europeas», concluye.
Bodegas Montecillo, la tercera bodega más antigua de D. O. Ca. Rioja, continúa siendo reconocida…
Antonio Cosmen es un cocinero asturiano que llegó a Madrid con sólo 14 años para…
Finca Dehesa de Los Llanos es reconocida internacionalmente por la calidad de sus propuestas, entre…
El Museo Reina Sofía y Filmoteca Española organizan la retrospectiva más completa hasta la fecha dedicada al cineasta,…
Se llama Ruby y es la nueva tentación que está conquistando el mundo. Ha llegado…
Habanos lanza en exclusiva para el mercado español la edición especial Humidor Hoyo de Monterrey…