La noticia de la reapertura del Ritz en Madrid, tras tres años cerrado por obras, coincide con la del Ere de otro icónico hotel situado no muy lejos, el Palace. En tiempos de pandemia y de desastre económico nos gusta más la primera, indudablemente, porque nos da la sensación de que la vuelta a la normalidad, a esa antigua normalidad (o al menos, muy parecida) está un poco más cerca.
Entrar en el Ritz es zambullirse en un universo de lujo, ese lujo que se empeñó en tener en Madrid el rey Alfonso XIII: fue él quien con más ahínco defendió que Madrid tuviese uno de estos hoteles y el hotelero suizo César Ritz, que por aquél entonces ya contaba con otros dos, en París y en Londres, tuvo que plegarse a los deseos del monarca y traerlo a la capital.
El Ritz (en Madrid siempre se le llamará así por mucho que su nombre ahora sea Mandarin Oriental Ritz) reabre tras una inversión de 110 millones de euros. En su metamorfosis han intervenido el estudio de arquitectura de Rafael de La-Hoz, los diseñadores franceses Gilles y Boissier y en lo gastronómico, el chef Quique Dacosta. El nuevo propietario del hotel, desde 2015, es el grupo Mandarin Oriental y por lo pronto eso se nota en el pin que llevan todos los trabajadores en la solapa: un abanico, el emblema de la marca.
A nivel artístico, los diseñadores franceses han llenado de guiños a Velázquez y al Siglo de Oro español los espacios comunes del hotel y las suites, con esculturas, cuadros, tapices, fotografías…
Uno de los lugares más especiales es, sin duda, Pictura, el bar: “Aquí se ha restaurado el pan de oro, la lámpara de araña, la chimenea… Después, tenemos una galería de retratos maravillosos de la artista Paula Hanta situados tras la barra, encima de la chimenea… Se le encargaron una serie de retratos y en un principio iba a ser gente anónima, pero ella decidió convertirlo en un pequeño homenaje a la creatividad y al talento españoles actuales. Entonces, escogió a una serie de artistas Elvira Lindo, Sonia Navarro, Alberto Campo Baeza y los retrató”, detalla.
“En todos los rincones del hotel hay una pieza de arte. Incluso en las habitaciones se ha querido tener un guiño y hay pequeños detalles de cuadros del Museo del Prado. Y cuando el cliente llega por la noche se encuentra la postal del cuadro completo como una invitación a ir a descubrirlo al museo. El Remolino del Retiro, la estructura de la recepción, es maravillosa también”, dice.
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