«No hay elegancia posible sin perfume», decía Gabrielle Chanel, creadora del icónico Chanel Nº5, que este año celebra su centenario, una fragancia de la que se declaró incondicional Marilyn Monroe y de la que hoy es imagen la actriz francesa Marion Cotillard.
Cuando la protagonista de «Los caballeros las prefieren rubias», contestó a la pregunta de un periodista sobre qué utilizaba para dormir, Marilyn Monroe con un pícaro gesto contestó: «Unas gotas de Chanel Nº 5». A partir de ahí, el perfume, creado por Ernest Beaux en 1921, pasó a la categoría de mítico por más razones que por su composición.
Eso, y que años después se convirtió en el primer perfume en entrar en un museo -forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York (MOMA)- dice mucho de la genialidad de su creador.
Cristina de Catalina, directora de desarrollo de la Fundación Academia del Perfume, definió a Coco Chanel como «una creadora visionaria y audaz que revolucionó su época», dentro del ciclo de conferencias virtuales que organiza la Academia del Perfume sobre personajes míticos de la historia del perfume.
Gabrielle Chanel solía decir «no hay elegancia posible sin perfume. Es el accesorio perfecto que no se ve, que no se olvida, el más importante».
Rocío Capel, directora de Formación de Chanel Iberia, destacó que la diseñadora francesa fue la primera mujer modista que creó su propio perfume, a la que ha calificado también como una «visionaria, que consideraba que el perfume podía expresar su estilo» y que supo interpretar la moda a través de él, un proyecto «insólito» para la época.
Conoció al perfumista de los zares, Ernest Beaux, en 1920, y lo acabó acaparando para la «maison» francesa, la mejor manera de mantener la exclusividad de la fórmula, como luego continuó haciendo con las otras «narices» que han creado los aromas de la firma como Henri Robert, Jacques Polge -el que más fragancias ha creado para la casa- o el último en incorporarse, su hijo Olivier.
Chanel dio unas directrices muy claras para la creación del Nº5, como que no fuera prisionero de su tiempo, que tuviera notas atemporales y abstractas, que no estuviera sometido a la tendencia, aunque dio una «enorme» libertad creativa al perfumista, que en aquel momento investigaba con los aldehídos, facilitadores de la durabilidad del aroma.
«Un perfume que nadie hubiera hecho hasta el momento», esa era la máxima, corrobora Capel, un aroma con múltiples facetas y contradictorias, un perfume lujoso y seductor para la mujer.
Una esencia diferente, con materias primas excepcionales, con, a diferencia de los de la época de una sola nota floral, un buqué floral que incluye más de 80 ingredientes, presentado en un frasco, sencillo, sin ornamentos, casi de laboratorio y que incorporaba en su cuello un hilo de perlé lacrado, «para evitar que se evaporara su fragancia».
El nombre de este perfume centenario guarda algún misterio. Uno tiene que ver -explica Capel- con el hecho de que Ernest Beaux le propuso varias series a las diseñadora, todas con un número, y ella por la que se decidió fue por el Nº5, aunque realmente se «desconoce» si fue la que más le gustó o se apoyó en otros factores.
«El cinco era el de la suerte de Gabrielle Chanel», ha asegurado Capel. Lo relacionaba con su signo astrológico, el quinto del zodiaco, con los cinco dedos de la mano, con las cinco puntas de una estrella, también con los cinco bienes de la felicidad, los cinco sentidos, los cinco sabores -aunque ahora hay seis-.
Una superstición que llevaba a sus desfiles, su colección siempre salía la quinta, al techo de una de las habitaciones de su casa donde lucía una lámpara de cristal en la que estaban entrelazadas las «C» del logo, la G de su nombre y el número cinco.
Casualmente, hasta ahora, cinco han sido las reinterpretaciones del Nº5 y se da la circunstancia de que este año, el de su centenario, 2021, suma cinco.
Coco Chanel siempre argumentó que con ese nombre se alejaba de la pomposidad de los nombres de los perfumes de esa época, además era fácil de recordar, no necesitaba ser traducido y «su importancia residía en su interior».
Sin embargo, a pesar de confiar en su potencial, Chanel -una avanzada también en este aspecto- no dudó en utilizar la publicidad para promocionarlo y ella misma fue la protagonista de una campaña, en 1937, en la revista americana Harpper’s Bazaar en Estados Unidos, el lugar donde triunfó primero, desplegando una imagen sofisticada de una mujer segura de sí misma.
Pero si una campaña destaca para Rocío Capel es la protagonizada por Nicole Kidman, dirigida por Baz Luhrmann (Moulin Rouge) que aglutina los tres pilares de la compañía: diseño de alta costura, joyas y perfume.
«Una imagen de unidad, de seducción y de audacia», acorde con el espíritu de Chanel, para un perfume que «ha traspasado el tiempo y las modas sin dejar de fascinar», concluye Capel.