Egipto y sus faraones, las pirámides, el desierto y todo el panteón de dioses que conforman su religión. Sin duda, el Antiguo Egipto ha atraído la atención de muchas personas, que se han interesado por la historia de una de las primeras y más grandes civilizaciones del mundo, nacida por causa y efecto del paso del río Nilo por sus tierras, y que sobrevivió, con sus más y sus menos, durante nada menos que cinco milenios.
Uno de los personajes más populares y conocidos, con permiso del faraón Tutankamón, durante esa larga trayectoria es una mujer que logró gobernar durante dos décadas, en el siglo I a. C., Cleopatra. Una popularidad que se debe, entre otras causas, al cine. Y es que son muchas las producciones cinematográficas que han proyectado su vida, y su tormentosa y trágica relación con Julio César y Marco Antonio, en la gran pantalla, con actrices tan importantes como Theda Bara, Claudette Colbert, Elizabeth Taylor o Angelina Jolie. Eso sí, no siempre de una forma históricamente precisa.
Y aunque como todo el mundo sabe, Cleopatra fue faraona, la última, de Egipto, una de las cuestiones más polémicas sobre su vida es si, realmente, Cleopatra era egipcia.
Para discernir si Cleopatra era realmente egipcia, es necesario remontarse unos tres siglos antes, cuando Alejandro Magno, el insigne gobernante y conquistador macedónico se lanzó, en el siglo IV a. C., a la conquista de nuevas tierras más allá de los confines conocidos. Desde su pequeño reino situado en la península balcánica, fue logrando nuevos territorios que se extendieron hasta Afganistán y Pakistán. Entre sus victorias, la más famosa es la que consiguió contra Darío III, gracias a la cual liberó al pueblo egipcio del yugo del Imperio persa.
Al morir el conquistador macedonio, sus generales se repartieron los territorios, fundando nuevas dinastías que gobernarían los nuevos Estados surgidos de la desintegración del imperio. Una de ellas fue la dinastía ptolemaica que se estableció como reyes de Egipto, desde 323 a. C. hasta el 30 a. C., cuando perdió su independencia y se convirtió en provincia romana, precisamente, durante el reinado de Cleopatra.
Si Cleopatra era egipcia o no es un tema controvertido. Y sobre ello se ha desarrollado un intenso debate entre historiadores desde el siglo XIX. Como hemos visto, Cleopatra, que gobernó con el nombre de Cleopatra VII fue la última reina de Egipto y una de las mujeres más poderosas de la antigüedad. Nacida en Alejandría, nueva capital egipcia, en el año 69 a. C., fue hija del rey Ptolomeo XII. Sin embargo, y aunque los ptolemaicos gobernaron el país durante varios siglos, Cleopatra fue la primera que aprendió la lengua egipcia y supo adaptarse a la religión del país, probablemente para aprovecharla en su favor.
“La monarca ‘manipuló’ la religión egipcia para ser vista como una encarnación viviente de la diosa Isis, lo que le permitió consolidar por completo su posición de poder«, tesis que defiende Joyce Tyldesley, profesora de Egiptología en la Universidad de Manchester y autora de «Cleopatra: La última reina de Egipto». Por este acercamiento y apropiación de la cultura egipcia, historiadores como Tyldesley creen que sí podemos considerar a Cleopatra como una auténtica egipcia.
Sin embargo, su origen étnico, como el de toda la dinastía ptolemaica no era egipcio, sino griego. Por tanto, otros muchos historiadores, como el autor de ‘Breve historia de Cleopatra’ y doctor en Historia Antigua, Miguel Ángel Novillo, defienden que Cleopatra era, en realidad, griega, tal y como explica en esta entrevista. Tanto es así que afirma que los propios egipcios la consideraban una extranjera y que en el caso de que Octavio, hijo adoptivo de Julio César y primer emperador de Roma, no hubiera rechazado a Cleopatra -al parecer por el importante tamaño de su nariz- se habría forjado sobre Egipto una monarquía grecorromana.
Sea como fuera, de lo que no cabe duda, es que Cleopatra ha sido una figura fundamental en la historia antigua, y que su reinado y su legado han tenido un impacto duradero en la historia, con muchos misterios todavía por resolver. Además, también ha sido fuente de inspiración para reivindicar el poder de la mujer en un mundo dominado por los hombres.
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