Su web abre con una frase de Antonio Gaudí: “La originalidad consiste en volver al origen”. Así, de primeras, puede sonar a oxímoron pero no lo es, porque ya sabemos que todo, o casi todo, está inventado y que además, casi todo vuelve, máxime si se hace con mimo.
Es el caso: en esta anodina nave de Manresa producen de forma totalmente artesanal unas joyas que lo mismo puedes ver en pavimentos que en paredes si bien en sus inicios se utilizaban únicamente para pavimentos. Nos referimos a los mosaicos hidráulicos y el nombre hidráulico no viene porque la prensa en la que se hagan sea hidráulica, sino porque necesitan de mucha agua para que la mezcla de cemento y árido fragüe, porque estos mosaicos se dejan secar, no tienen cocción alguna.
Los pavimentos hidráulicos existen desde 1870. “A finales del siglo XIX y principios del XX hubo unos 400 talleres de mosaicos hidráulicos en Barcelona, en Manresa habría unos ocho. Hoy estamos nosotros”, comenta Albert Martí, al frente del negocio familiar y heredero de un saber que le transmitieron su padre y abuelo. En España quedarán unos 4 o 5 artesanos haciendo lo mismo que él.
El abuelo de Albert era un mosaista autónomo, que tendemos a pensar que los autónomos los hemos inventado en esta época pero nada más lejos de la realidad: Bernat, su abuelo, iba con su prensa (actualmente expuesta en las oficinas de la empresa) a los sitios donde se le requería y allí trabajaba. “Eso hizo hasta que pudo alquilar un sitio fijo donde trabajar, no constituyó la empresa hasta 1913, aunque ya llevaba años trabajando”, aclara Martí.
Albert reconoce que la empresa es la niña de sus ojos: él empezó como comercial para los áridos de pavimentos. Su padre y su tío, aunque hacían otros tipos de pavimentos, mantuvieron las prensas del mosaico hidráulico e incluso iban adquiriendo trepas (es la pieza que se emplea para distribuir los colores) a todos los que cerraban sus negocios. Según pasaban los años iban viendo que los arquitectos y los diseñadores seguían interesándose por el hidráulico: “Así que en el 94 decidimos hacer solo hidráulico, hacemos una producción limitada, es un producto muy artesano”, cuenta.
En la empresa, en la que trabajan tres personas, no solo exponen como una joya la prensa del abuelo, también sus picas, nombre que en Cataluña se le da a los fregaderos: pero no están de exposición sino que es allí donde Jaime, el mosaista, mezcla los óxidos naturales, los distintos colores, como si de pintar un cuadro se tratase. Y es un poco eso también lo que hacen estos artesanos: crean un diseño (tienen más de 250 diseños, trabajando con un total de 27 colores), adaptándose como un guante a lo que quiere el cliente. Se trata del pavimento personalizado al máximo.
Albert recuerda, por ejemplo, la colaboración que tuvieron con la firma de moda Desigual gracias a la cual mandaron mosaicos a muchas de sus tiendas en distintas partes del mundo. También pueden verse sus producciones en la Casa Ametller, en la tienda Etnia, justo al lado de Santa María del Mar, en el hotel Vic Sur en Tenerife…. Pero no hay que irse tan lejos, basta pasear las calles de Barcelona para disfrutar de una de sus creaciones: las reproducciones de la flor de Barcelona, cuyo origen está en el vestíbulo de la Casa Amatller y que adorna las baldosas de muchas calles de la Ciudad Condal, salen también de estos talleres.
Cada uno de sus mosaicos lleva entre 3 y 5 milímetros de color, que se separan, cuando se está fabricando, con la trepa. Después, el resto de materiales supone hasta 16 milímetros de grosor. La segunda capa es cemento puro. La tercera, arena. La primera capa, la de los colores, es la única que lleva agua. El resultado se dejará fraguando durante 28 días, como si fuese un queso, madurando al aire fresco de Manresa (y damos fe que en invierno puede ser muy fresco). “Cada baldosa pesa 1,5 kilos, por eso en un principio se ponía solo en suelos”, añade Albert. Hoy en día también se ponen en revestimientos de paredes porque los materiales de fijación han ido mejorando y permiten colocar piezas con este peso en muros.
¿Qué tratamiento requiere el mosaico una vez ha sido colocado? “Requiere de un tratamiento de cristalización, que selle los poros, porque es cemento. En lugares públicos sí que puede requerir de tratamientos de mantenimiento cada 3 o 4 años”, explica Albert mientras la gata María, la verdadera jefa del cotarro (tiene ya 17 años), se pasea entre sus piernas.
La mayor parte de pedidos que reciben son pequeños, no llegan a los diez metros cuadrados, la mayoría para obra nueva, aunque también llega alguna reforma. Por este taller modesto, que muy pocos conocen en la propia Manresa, han pasado arquitectos de renombre como por ejemplo el británico David Khon que se quedó maravillado, como nosotros, con las creaciones que de allí salen.