Hasta los años 50 del siglo pasado, muchos hombres egipcios llevaban un característico sombrero rojo llamado fez. Ahora, ya en desuso, solo unos pocos artesanos se dedican a la fabricación de este accesorio símbolo de una época dorada pasada para que no caiga en el olvido.
Naser Abdel Baset, de 59 años, abre todos los días su pequeño taller en el barrio de Al Ghouriya, en la zona histórica de El Cairo, y se pone detrás de su vieja máquina para moldear este pequeños gorros, conocidos como «tarbush» en Egipto, destinados en la actualidad a los turistas y a los clérigos de Al Azhar, institución de referencia del islam suní.
«Aprendí el arte de hacer fez de hábiles artesanos cuando era solo un niño. Lo he estado haciendo durante 45 años y ahora lo estoy enseñando. Dicen que este negocio está condenado al fracaso, pero no estoy de acuerdo», afirma a Efe Abdel Baset desde su pequeño rincón rodeado de fotografías en blanco y negro.
ASCENSO Y DECLIVE
Los egipcios comenzaron a ponerse el tarbush durante el reinado de Muhamad Ali Pasha, designado por el sultán otomano Selim III para gobernar Egipto en el siglo XIX y quien es considerado como el padre del egipcio moderno, fundador de su primer Ejército.
Pero la industria cayó en declive en 1958 cuando el entonces presidente socialista, Gamal Abdel Naser, prohibió este tocado rojo porque simbolizaba el antiguo sistema monárquico, que ayudó a derrocar en el golpe militar de los «oficiales libres» en 1952.
«El tarbush es más que un tocado. Siempre ha sido un símbolo de dignidad y prestigio, y lo sigue siendo, de ahí mi apodo: El artesano del prestigio», asevera orgulloso este artesano, uno de los pocos que continúan fabricando el peculiar sombrero.
El pequeño gorro rojo recibió el nombre de fez en honor a la ciudad marroquí homónima, donde solía tintarse con bayas naturales para que adquiriera su icónico color, aunque sus orígenes no están claros, ya que se hizo muy popular durante el imperio Otomano en distintos países.
«Hay una diferencia entre el estilo otomano y el estilo egipcio. El otomano es mucho más corto que el egipcio», explica el experto fabricante, mientras sostiene las dos tipos de fez.
Su elaboración es algo compleja, ya que pasa por hacer una estructura con mimbre que consigue en la localidad de Rashid, en el delta del Nilo, y coser a su alrededor una tela de seda, a la que se pega posteriormente la lana color rojo vivo.
Finalmente, el sombrero toma su forma rígida gracias a un molde de cobre caliente, según enseña Abdel Baset, empuñando unas grandes tijeras en las manos con las que da los últimos retoques de este accesorio.
«Utilizo el mejor material que existe porque tengo muchas ganas de vender a mis clientes un producto que dure para siempre», afirma.
POCOS CLIENTES, PERO FIELES
Se niega a rendirse ante el olvido de este complemento y, de hecho, afirma que no le faltan clientes, aunque sean pocos.
Tantos los fez otomanos como egipcios se venden a estudios que realizan sobre todo películas y series históricas, donde se usan para el vestuario de los personajes, y es un objeto popular entre los turistas que visitan Egipto y se sienten atraídos por este tocado que usan como decoración.
Pero la clientela más fiel está a poca distancia del taller de Abdel Baset, en la renombrada institución de Al Azhar, donde los jeques, profesores y estudiantes siguen usando el fez.
«Seguiré trabajando mientras exista Al Azhar», remacha el fabricante.
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