Todas las definiciones de la arquitectura modernista la definen como un volantazo de 180 grados. Una interpretación rupturista con la arquitectura anterior. Emerge así la idea de un movimiento moderno en la arquitectura que supone empezar de cero y trata de traer la belleza a una posición privilegiada de la arquitectura.
“Tuvo un periodo corto de existencia porque llegaron las grandes guerras y con ellas la arquitectura se reinventó y emergió el Racionalismo, pero durante su existencia el Modernismo tuvo una importancia vital. Una de las características de este movimiento es que trata de poner al hombre en el centro de la arquitectura y para ello usa un lenguaje más ecléctico. Se retoman referencias de la naturaleza con especial atención a las formas florales y se potencia el trabajo de artesanía en contraposición a la industrialización del movimiento anterior”, asegura a Idealista/news la arquitecta Mavi Sánchez.
Se investigó en las estructuras metálicas, se desarrolló el hierro forjado, se trabajó el vidrio en las claraboyas y los muros se liberaron. La mayoría de los arquitectos modernistas concebían el proyecto como un todo y se trabajaba desde la fachada hasta el mueble, las escaleras, el alicatado, la tipografía o la madera de las puertas y los pasamanos. Sin embargo, el Modernismo pasó de largo en Madrid o eso creen muchos.
“Desde mi punto de vista, el movimiento modernista permitió a Madrid convertirse en una capital europea de primer orden. El problema es que coincidió con la caída del imperio español. Perdíamos nuestras últimas colonias y Madrid, la capital del reino, no estaba para edificaciones faustas como en Europa o en Barcelona, donde la burguesía abanderó y financió ese movimiento. El modernismo madrileño no tuvo ese empuje ni miraba más allá de los Pirineos pero hay un ejemplo de esta arquitectura por distrito. Hasta 200 edificios, algunos han desaparecido pero otros siguen en vigor y defienden un Modernismo que ha marcado a la ciudad y a su urbanismo”, explica Sánchez.
El Palacio de Longoria
El edificio más reconocible del modernismo madrileño está en el corazón de la ciudad. Conocido como el palacio de Longoria, es obra del arquitecto José Grases Riera quien lo construyó en 1902 por encargo del financiero Javier González Longoria.
“Tiene una fachada con elementos florales muy característicos y el interior cuenta con una escalera imperial circular que acaba en una cúpula de vidrio espectacular. Es un caramelo, algo que dan ganas de coger y achuchar. Sin duda, uno de los edificios más interesante, más singular y que mejor se han conservado del modernismo madrileño”, asegura la arquitecta.
Pero el modernismo en la capital no se apreciaba solo en los adornos de un palacete. También en el urbanismo de la ciudad. La Colonia de los Periodistas es un ejemplo de ello. “A finales del siglo XIX, en un momento de expansión de la ciudad, una asociación de unos 40 periodistas decidieron crear una zona de chalets de recreo a las afueras de Madrid en el límite entre el pueblo de Carabanchel alto y bajo. Son viviendas construidas con mimo y que cada casa remarca una singularidad. Aún quedan algunas en pie además de las dos torretas de entrada a la colonia. Otra se creo cerca de la plaza de Toros de Ventas, aunque eran chalés más pequeñitos se caracterizan por el trabajo de forja y recercado de las ventanas”, detalla Sánchez.
Antonio Palacios, un arquitecto gallego para crear una nueva ciudad
Pero si hay un nombre propio que se merece señalar es el del arquitecto gallego Antonio Palacios. Potenció una segunda época del modernismo madrileño y supo conjugar la arquitectura más clásica con un punto modernista que a Madrid le encajó como un guante.
El Círculo de Bellas Artes, el Palacio de Telecomunicaciones, el Instituto Cervantes, El Hospital de Jornaleros de Maudes o el Casino de Madrid son obras ideadas en parte por él.
Y si nos preguntamos qué ruta seguir para disfrutar del modernismo de Madrid, Mavi Sánchez nos asegura que “solo hay que pasear por el centro. No hay un barrio específico pero por toda la ciudad, si observas, puedes encontrar un alicatado en la fachada, una vidriera en la cúpula, unos pomos con adornos florales. El movimiento modernista levantó el estandarte de la estética y se le tachó de superfluo y hoy nos damos cuenta de que la influencia del entorno es fundamental para nuestra salud y no está demás recordar que uno de los tres principios de la arquitectura, además de la utilidad y la robustez, es la belleza”.