En Internet, donde existe todo lo que podamos imaginar e incluso lo que no podemos imaginar, hay manuales para vestir según la edad. Básicamente, dicen que a los 20 años podemos experimentar, probar diferentes estilos y elegir ropa divertida porque todo nos sentará bien.
Esos mismos manuales afirman que a partir de los 50 años podemos añadir prendas divertidas – pero no tanto. Nos dicen que las piezas clásicas se convertirán en nuestras mejores aliadas y que debemos empezar a usar vestidos camiseros y mocasines eliminando gradualmente las prendas cortas y los vaqueros.
En realidad, Internet solo se limita a replicar viejos patrones. Durante siglos la moda ha sido una poderosa herramienta de comunicación. En la Antigua Roma, por ejemplo, las niñas solían usar únicamente una túnica mientras que las mujeres casadas debían usar una stola sobre la túnica y una palla para cubrirse la cabeza.
El largo de la túnica indicaba la clase social: las mujeres ricas usaban túnicas que llegaban a sus pies, aquellas de clase baja vestían túnicas más cortas y las esclavas llevaban túnicas por encima de la rodilla ya que eran más prácticas para realizar sus labores.
Mucho tiempo ha pasado desde entonces y la moda ha cambiado radicalmente, pero todavía subsiste la idea de que existe un código para vestir que debemos seguir según avancemos en el calendario. La lista de prendas “prohibidas” aumenta con cada década que pasa, de manera que para las mujeres mayores de 50 años amenaza con ser interminable.
No a los brillos. No a los escotes excesivos. No a las faldas y a los vestidos por encima de las rodillas. No a los colores llamativos. No a los crop tops. No a los tirantes… Hay tantas contravenciones que a veces da la sensación de que basta un movimiento en falso, elegir una prenda errónea, para hacer el ridículo.
Cada década de vida es una nueva oportunidad para construir nuestro estilo
En un mundo que ensalza la juventud, solemos ver la edad como una limitación. Esa perspectiva también se extiende a la manera en que vestimos, por lo que comenzamos a pensar que después de cierta edad determinados colores, diseños, formas o longitudes ya no son adecuados. Pero, ¿qué pasaría si en vez de ver nuestra edad como una limitación, la viésemos como una oportunidad?
Los 50 años pueden ser una década profundamente liberadora de la vida. Pueden aportarnos la seguridad y la confianza necesarias para atrevernos a probar estilos con los que antes no nos sentíamos lo suficientemente cómodas por el miedo al qué dirán o porque no terminábamos de aceptar nuestro cuerpo.
También pueden ser una oportunidad para reencontrarnos, no solo espiritualmente sino también estéticamente. Se suele asumir que a esa edad ya hemos desarrollado un estilo propio. Pero si nuestra personalidad cambia a lo largo de la vida, ¿por qué tenemos que apegarnos a unas normas de estilo férreas?
La ropa que usamos a diario no es una decisión baladí ni una cuestión tan frívola como parece. Investigadores de la Universidad de Columbia comprobaron que nuestra forma de vestir influye en el procesamiento cognitivo y, por ende, en nuestras decisiones. Un estilo formal, por ejemplo, potencia el pensamiento abstracto, mientras la ropa más desenfadada promueve un pensamiento más concreto y enfocado en los detalles. También se ha apreciado que el simple color de la ropa tiene efectos diferentes en nuestro desempeño e incluso en algunos parámetros fisiológicos.
Por suerte, la lista de iconos del estilo de más de 50 años que se atreven a romper las reglas no para de crecer. Basta pensar en Iris Apfel, diseñadora de interiores e ícono de la moda que a sus 101 años sigue siendo fiel a un estilo llamativo y tan único como ella. ¿Su consejo? “Vístete para ti misma, en vez de vestirte según tu edad”.
Para elegir la ropa, mira primero dentro de ti
La ropa es una expresión de lo que somos, por lo que deberíamos elegirla mirando primero en nuestro interior. De hecho, investigadores de la Universidad de Hertfordshire comprobaron que lo que usamos suele depender en gran medida de nuestro estado emocional. Sin embargo, se trata de una vía de dos sentidos. La ropa que elegimos también puede hacernos sentir mejor, aumentar nuestra autoestima y hacernos ganar confianza y seguridad.
Por esa razón, es importante sentirnos libres para experimentar y atrevernos a usar lo que nos gusta – a cualquier edad. Un estudio publicado en Frontiers in Psychology indicó que probar nuevos estilos es positivo ya que facilita la autoexpresión y la individualidad, ayuda a las mujeres a superar las presiones culturales sobre el cuerpo ideal y les permite empoderarse. Estos investigadores concluyeron que “se debe animar a las mujeres a experimentar y jugar con su ropa para facilitar una imagen corporal más flexible y disminuir una percepción rígida sobre los códigos de la vestimenta”.
Podemos aprovechar la seguridad reforzada que nos aportan los años y la coraza contra las críticas que hemos construido para atrevernos a probar nuevas combinaciones, dejar volar la imaginación e incluso divertirnos eligiendo nuevos estilismos. La clave consiste en escoger prendas con las que nos identifiquemos y nos sintamos cómodas. Prendas que nos aporten y acompañen convirtiéndose en nuestra segunda piel.
Podemos desarrollar un estilo propio vistiéndonos de dentro hacia afuera, preguntándonos qué nos gusta verdaderamente, al margen de las modas y las imposiciones de la edad. Y luego buscar las formas y las siluetas que más nos favorecen y mejor se adaptan a los cambios que va experimentando nuestro cuerpo, sin excluir nada a priori solo porque pensemos que estamos demasiado mayores para ello.
Tenemos la suerte de vivir en una época en la que los moldes ligados al envejecimiento se están quedando obsoletos rápidamente, por lo que en vez de amoldarnos a las “limitaciones” de la edad podemos celebrar los años buscando looks con los que nos sintamos estupendas, refuercen un estilo único y muestren al mundo la persona que somos realmente.