En el corazón de la Casa de Campo de Madrid suena a obra. Radiales cortando metal, carretillas que van y vienen, escombros cayendo en los contenedores, gritos de los obreros… El Ayuntamiento, a través de Madrid Destino, ha puesto en marcha un proceso de restauración de algunos pabellones alojados en el pulmón de la ciudad. Entre ellos destaca uno: el Pabellón de los Hexágonos. La desidia de la administración pública ha dejado que este hito de la arquitectura española agonice olvidado durante décadas hasta ahora.
El pasado 20 de noviembre arrancaron las tareas previas de actuación: plan de seguridad, levantamiento fotográfico del estado del pabellón, catas, limpieza de arbustos, desbroce de árboles, etc.
“Ahora arranca el trabajo de rehabilitación de la zona”, aseguran fuentes de Madrid Destino a Idealista News. “Es una restauración única, casi como una catedral gótica”, nos aseguran desde la empresa pública local.
Un millón cien mil euros ha destinado el Ayuntamiento de Madrid para esta obra de consolidación del Pabellón. Un contrato público que ha sido adjudicado a Albaida Infraestructuras, una constructora de Almería que ha realizado diversos trabajo de rehabilitación como el del Castillo de San Andrés en Carboneras o el del Teatro Apolo de Almería.
¿Por qué es importante el Pabellón de los Hexágonos?
Para responder a esa pregunta tenemos que remontarnos 62 años en el tiempo. En 1958 dos jóvenes arquitectos, José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún sorprendieron al mundo arquitectónico en la Exposición General de Bruselas.
48 países presentaron sus pabellones en la primera gran exposición internacional tras la Segunda Guerra Mundial . El Atomium en representación de Bélgica, acaparaba miradas. Sus más de 100 metros de altura y sus nueve esferas de acero dejaban boquiabiertos a los visitantes pero fue el Pabellón de España el que ganó el primer premio.
“El Pabellón de los Hexágonos es una metáfora, una recreación de un paisaje natural, un bosque, desde la arquitectura y sobre todo desde la técnica. El espacio pautado y modulado, la manera en que se iluminaba su interior, la organización estructural y constructiva, la manera en que se posaba sobre el terreno y el bosque circundante eran de una delicadeza que sorprendió a los comisario de la Exposición”, asegura Emilio Manrique, fundador de Alfaro-Manrique Atelier y profesor de arquitectura de la Universidad Rey Juan Carlos.
Se trataba de un edificio modular, desmontable que salvaba una colina central. Su elemento más destacado eran unas sombrillas hexagonales de unos tres metros de largo y de altura variable. En el momento de presentar el proyecto, el arquitecto Miguel Fisac aseguró que “era de una extraordinaria calidad que con total originalidad, tenía una espacialidad, un tratamiento de iluminación, y una organización estructural y constructiva rigurosamente moderna enraizada, a la vez, en la mejor tradición española».
Ahora son esas sombrillas hexagonales el quebradero de cabeza de la constructora Albaida. Están analizando los paraguas para colocarlos de una forma similar a como estaban en Bruselas. En un principio una vez rehabilitado tendrá un uso de divulgación cultural.
“La propia premisa del pabellón era que fuera modulable y desmontable, que pudiera disponerse en diferentes solares sin que perdiera su lógica como proyecto. Probablemente, la Casa de Campo sea un lugar adecuado por las características naturales del entorno”
En el calendario hay una fecha marcada para su reinauguración, otoño de este año. Desde Madrid Destino nos aseguran que “muchos pedían su recuperación pero nadie ha hecho nada hasta que hemos llegado nosotros”.