Entre 250 y 300 técnicos, auxiliares y artistas trabajan para que cada representación en el Teatro Real resulte perfecta de un modo que podría parecer milagroso, pero que es fruto de un trabajo titánico que se vuelve a mostrar al público en las visitas guiadas al coliseo madrileño tras dos años de parón.
«Cuando se asiste a una obra uno no es consciente de todos los esfuerzos que se están poniendo en pie en esa producción, lo que significa que todo funciona admirablemente bien. Normalmente en un teatro las cosas se hacen evidentes cuando hay algún problema», explica Joan Matabosch, director artístico de la mejor compañía del mundo según los últimos International Opera Awards.