En estos tiempos de consumismo e inmediatez, los oficios artesanos suponen realmente un reto y, según el relojero que pone en hora los aparatos monumentales de A Coruña, David Rodríguez, incluso “un tesoro” que en España “no tiene el suficiente reconocimiento”, pues pese a lo “difícil que es hoy en día encontrar una persona que trabaje bien, no encuentras porque tampoco quieres pagar”.
David Rodríguez es, a sus 36 años, el relojero de la ciudad de A Coruña, pues ha reparado los históricos relojes que dan la hora en las zonas más emblemáticas de la urbe, como el emplazado en el Palacio de María Pita y también en el Obelisco, y actualmente trabaja en el floral de los Jardines de Méndez Núñez.
“Soy muy artesano, no tengo ni página web”, cuenta Rodríguez en su taller, a escasos 20 metros de la Plaza de María Pita y repleto de relojes, antiguos y modernos, muchos comprados en sus viajes por ferias europeas.
Orensano de nacimiento, de A Rúa, y coruñés de adopción, David es un artesano del mundo formado en el oficio en Barcelona y Londres, donde se buscó la vida tras estudiar Turismo en A Coruña y especializarse en cine y televisión en Italia. “Soy muy inquieto”, reconoce.
Este joven artesano, que cumple 37 años la próxima semana, es la tercera generación de relojeros de su familia, y en honor a su abuelo Nemesio, así se llama ahora su taller. “Me crié en la relojería pero no quería ser relojero, digamos que no lo veía como ahora, que lo veo una oportunidad”, añade.
Familiar, profesional, perfeccionista, responsable, amigo de sus amigos, cazatesoros, preguntón, saludón, sostenible y muy artesano. “Soy maniático con los relojes, casi como un coleccionista”. No obstante, David Rodríguez se considera, sobre todo, una persona honesta, “si eres bueno al final la gente vuelve”.
En Londres, donde “un camarero es un superhéroe”, dice, los oficios se valoran y se pagan; cada vez que decía que era relojero la gente se quedaba “sorprendida, como si trabajara en la NASA. No es como aquí, en España, que parece que no tenemos el suficiente reconocimiento”, abunda David Rodríguez que, confiesa, si no fuera relojero sería chapista.
Un día, recién llegado a A Coruña, se presentó en el Ayuntamiento y preguntó con quién tenía que hablar para arreglar el reloj del palacio, que estaba estropeado. Un reloj monumental de principios de siglo XX que, tras resultar ganador con su propuesta, reparó el año pasado a mano con otros tres profesionales y amigos pieza por pieza.
En 27 días pusieron en marcha este reloj de media tonelada y metro y medio de diámetro, todo de hierro y latón. Fue la primera vez que se reparó por completo en más de cien años. “El reloj es ahora mismo una pieza de museo”, resume este artesano. De hecho, la felicitación navideña del Ayuntamiento de A Coruña ha sido su reloj. “Algo bien habré hecho”, subraya.
Hace poco más de un mes repitió equipo para reparar el reloj del Obelisco, de finales del siglo XIX y más pequeño, de unos diez kilos, pero “estaba mucho peor que el de María Pita, era un reto”. Lo arreglaron en cuatro semanas de las once previstas. En estos momentos trabaja en el reloj floral de los Jardines de Méndez Núñez. “Me quita el sueño, falla porque es un reloj muy expuesto”.
“Ahora mismo nos ocupamos de los relojes de la ciudad hasta que salga un nuevo concurso e, independientemente de que repitamos o no, como mínimo hay que dejarlo todo bien”, zanja con el mensaje de que el Museo de los Relojes de María Pita necesita “algo de cariño” que está dispuesto a dar. “Soy muy artesano, no tengo ni página web porque no puedo atender a más de lo que hago aquí y no quiero hacer más de lo que puedo”. No obstante, está preparando esa página.
Es la clave de su éxito, asegura, la honestidad, en un oficio que lo llena de orgullo, aparte de su hija de siete meses, aunque crea que está en extinción. “Es muy difícil a día de hoy que la gente confíe en ti y le dé una segunda oportunidad a las cosas, resulta más económico tirar y comprar algo nuevo que reparar. Hay que orientar la educación hacia la sensatez”.