No pasa desapercibido en la coruñesa dársena de Oza, donde se encuentra varado en las instalaciones de una vieja empresa de reparación naval. Tras una cubierta blanca en la que se puede leer un letrero con el nombre «Brave Goose of 1972», este yate esconde una singular historia, la del estafador inglés John Palmer, su anterior propietario.
Se puede encontrar a la venta en internet, en un anuncio de Zarpas Catamaranes que lo describe como una embarcación a motor del año 1972 de 35 metros de eslora, 6,4 metros de manga y 2,3 de calado, de segunda mano. Se comercializa por 400.000 euros cuando su precio original pudo alcanzar los seis millones de libras.
Fuentes de esta empresa viguesa aseguran que les llegó «a través de un bufete de abogados» hace aproximadamente un mes. Si bien es cierto que su andadura por la costa coruñesa no es tan reciente, pues ya hace tres años estuvo amarrado en el pantalán de las Ánimas y posteriormente en el puerto de Sada.
Este barco, que cuenta con una súper estructura de aluminio, casco de acero e interiores de maderas nobles, fue construido en 1972 en un pequeño astillero a orillas del río Támesis. Posee dos motores y cuatro cabinas. Tiene ahora bandera de las Islas Vírgenes.
Llamó hace un tiempo la atención del fotógrafo naval José R. Montero, que cuenta que descubrió su origen navegando en bases de datos sobre características de barcos. En una de ellas observó que su anterior nombre era «Brave Goose of Essex», lo cual facilitó su relación con Palmer.
El yate estuvo dos años abandonado en el puerto deportivo de Tenerife -donde el estafador se refugiaba- y allí lo compró en 2017 un empresario coruñés que lo trasladó a la ciudad.
Perteneció al famoso ladrón británico John Edward Palmer, un excomerciante de oro asesinado en 2015 y vinculado con diversas actividades delictivas como el fraude hipotecario. No fue el primer propietario del «Brave Goose», pues lo adquirió y lo remodeló en 1991.
Es conocido como Goldfinger por ser considerado uno de los grandes cerebros del robo de Brinks Mat en el aeropuerto londinense de Heathrow el 26 de noviembre de 1983, uno de los mayores asaltos de la historia del país.
Ese día seis ladrones irrumpieron, con la complicidad del guarda jurado, en el almacén de la mencionada empresa de seguridad, donde vertieron gasolina sobre los trabajadores y los amenazaron con una cerilla para que revelasen la clave de la bóveda.
Sustrajeron más de tres toneladas de lingotes de oro y 26 millones de libras en efectivo, diamantes y platino. Algunas personas -no todas las participantes- fueron condenadas por los hechos y la mayor parte del botín nunca se recuperó.
Dos días después del atraco, parte del oro pudo haber sido fundido en un local cerca de Bath, en Somerset, por lo que fue detenido el joyero local John Palmer, que afirmó desconocer que esos lingotes pudiesen estar relacionados con el robo y fue absuelto.
Después se asentó en Tenerife, donde fue arrestado por orden del entonces juez Baltasar Garzón por dirigir la conocida como «estafa de Goldfinger», una red de estafadores desarticulada en 2002, que realizó timos en la venta de apartamentos a tiempo compartido desde el año 1993. La Audiencia Nacional celebró el juicio en 2019, con Palmer ya muerto.
Este estafador falleció en junio de 2015, a los 64 años, en su vivienda de Brentwood, en Essex, a manos de un hombre que le disparó dos veces.
Además de haber sido un gran terrateniente en las Islas Canarias, entre sus propiedades destacaban un castillo en Francia o una mansión en Bath, así como aviones y helicópteros.
De su fortuna todavía se puede ver un pellizco en A Coruña, que incluso puede ser adquirida por un valor irrisorio en comparación a su precio original.