Pamplona se ha convertido en la capital nacional del encaje de bolillos durante la celebración de la novena feria de esta labor textil tradicional, que ha reunido en el Palacio de Congresos Baluarte a cerca de 500 encajeras llegadas de todos los puntos de España.
El encaje de bolillos es una labor con solera, que acumula siglos de historia. Aunque hay constancia de su práctica con anterioridad, su época dorada fue entre los años 1500 y 1700, antes de la invención de los telares mecánicos.
En Pamplona, las herederas de este oficio ancestral se dieron cita para mostrar a los visitantes las filigranas de hilo que, con manos ágiles, van trenzando en sus «mundillos» o cojines con la ayuda de alfileres y bolillos de madera. Y se comprende rápidamente el nombre de «mundillo» al ver trabajar a las encajeras, porque es un auténtico «mundo» de formas geométricas el que se va desplegando ante sus ojos expertos.
Feria de encaje de bolillos en BaluarteJosé Antonio Goñi
En esta feria, ha explicado la presidenta de la Asociación Encajeras de Navarra «Grupo San Fermín», Inma Gorricho, se han congregado 480 personas de diferentes puntos de España, 80 de ellas de la asociación navarra.
Han llegado de comunidades del norte de España, de Cataluña, Valencia, Sevilla, Madrid… La inmensa mayoría de ellas son mujeres, aunque, según ha destacado, la asociación navarra cuenta ya con dos hombres que están aprendiendo el oficio.
Se le llama en general encaje de bolillos, ha comentado, pero en realidad tiene muchas técnicas diferentes según los hilos, blancos o de color, sean más finos o gruesos, o sean de materiales como la seda, el algodón, el lino o la lana, también metálicos, incluso de oro y plata.
Estas técnicas, con nombres como Torchon, Honiton o Bedforshire, «difieren en la forma de trabajar, en el dibujo en sí. Por ejemplo está el italiano, que es muy diferente, pero lo que más hacemos es el encaje español, que es el más sencillo, dentro de lo que cabe», ha señalado Gorricho.
Maravilla ver a las encajeras trabajar con los bolillos a tal velocidad, pero Gorricho asegura que no es tan difícil como parece: «El mismo patrón te tiene que hablar; donde va un puntito dibujado, ahí se pone el alfiler y se va trabajando». El número de bolillos, ha indicado, cambia según el trabajo a realizar. «Puede engañar, porque, a veces, para una labor pequeña igual hay que utilizar treinta pares», ha resaltado.
Con encaje de bolillos, ha afirmado, «se puede hacer de todo», las tradicionales puntillas para vestidos o cojines, pero «también flores para el escote, figuras de animales, abanicos, bisutería, chales, cuadros que son una maravilla… el límite es la imaginación».
«Tenemos hasta hombres y niños aprendiendo», ha declarado la encajera, quien ha subrayado que el oficio «se aprende fácil, porque se empieza por lo más sencillo, luego te vas complicando un poco la vida, pero no es tan difícil, si sabes hacer ganchillo o punto, es lo mismo, es leer el patrón, que te lo dice todo».
Muchos artesanos lamentan en estos tiempos que se están perdiendo sus oficios, pero Gorricho ha asegurado que el encaje de bolillos es una labor «muy viva» todavía. «No es nuestro caso», ha aseverado, orgullosa.