A veces una canción condensa una década. Cuando se mira desde la distancia, se pueden observar en ella los rasgos definitorios de una época. Los 90 olieron a adolescente y así lo consagró Kurt Cobain al frente de Nirvana con una guitarra que es historia y ahora se expone en Londres.
«Smells like teen spirit» fue el himno nihilista que el cambio de era estaba pidiendo. Corría 1991, el Telón de Acero acababa de caer y la Unión Soviética se hacía pedazos.
La generación X, hijos del bienestar en Occidente tras la posguerra, lanzaba un grito apático. El porqué de esa rabia quizá fuese lo de menos; la angustia juvenil se imponía en la cultura, la música o la moda, encarnada en la melena rubia y desgreñada de Cobain.
Detrás de toda la retórica y las explicaciones simbólicas que se le quieran buscar a las oscuras letras del líder de Nirvana, la realidad se empeña siempre en ser prosaica.
«Huele a espíritu adolescente» es el título en español de aquella canción que abría el álbum «Nevermind». Pero ese olor se refería a la marca del desodorante (Teen Spirit) que usaba la entonces novia del cantante. Fue la pareja de su amigo y baterista de Nirvana, Dave Grohl, quien le ofreció en bandeja el título tras una noche salvaje de los cuatro en un hotel: «Kurt huele a Teen Spirit». Con banalidades también se escribe la historia.
PUJA MILLONARIA
Ni el inconfundible «riff» guitarrero con el que arranca la canción habría sido suficiente para asentarla en el Olimpo de la música popular sin la ayuda del videoclip que se difundió en paralelo.
En el vídeo aparece Cobain con una guitarra azul Fender Competition Mustang de 1969. Era su instrumento favorito, el que nunca rompería como tantas veces hacía tras un concierto en aras del espectáculo.
La pieza será subastada el próximo 22 de mayo en Nueva York por la casa Julien’s Auctions, pero antes puede ser visitada a lo largo de esta semana en el Hard Rock Café de Picadilly Circus, en Londres.
La estimación más conservadora apunta a que la guitarra se venderá por entre 600.000 y 800.000 dólares (entre 570.000 y 760.000 euros), pero Martin Nolan, director ejecutivo de Julien’s Auctions, reconoce a EFE que es muy posible que finalmente la puja alcance mucho más valor.
«La generación X ha tenido mucho éxito. Así que hay gente con muchos ingresos que mira a su juventud con nostalgia y quieren tener algo muy icónico, un trofeo. En los próximos años, es posible que no solo tengan un trofeo, sino también un activo, algo que se venderá por más de lo que se pagó por él», cree Nolan.
Los rasguños que tiene la guitarra en su costado izquierdo y en el mástil denotan que ni siquiera ella escapó a la ira de Cobain. En una gira por Texas, la emprendió contra su Fender Mustang para desahogar su rabia hacia los técnicos de sonido.
Pero el músico, cuyo suicidio en abril de 1994 a los 27 años marcó a una generación, tenía claro que aquella era una de esas guitarras que no se deben romper. Tras su muerte ha sido conservada en manos del círculo íntimo de Cobain (el vendedor ha pedido permanecer en el anonimato) y estaba expuesta en el museo MoPop de Seattle.
EL PODER DE LA IMAGEN
En la construcción de la leyenda sobre esa Fender azul metalizada, el vídeo de los adolescentes de instituto desmelenándose en un gimnasio a medida que avanza la canción jugó un papel decisivo.
La rabia que destilan los chavales no era una actuación, sino que obedecía a su hastío tras horas interminables de grabación del videoclip.
«Fue un estallido de rebeldía de una generación que había crecido con la sensación de tener derecho a todo. No vivieron una guerra o una pandemia. Tenían muchos privilegios que sus padres o abuelos no habían tenido y de repente les hacían esperar. Puede que fuese intencionado por parte de los productores del vídeo. Había mucho desasosiego y eso fue capturado en el videoclip», dice Nolan.
Aunque la canción sirvió para universalizar a Nirvana y el «grunge» (o quizá precisamente por eso), Cobain siempre renegó de ella, harto de que se la pidiesen siempre en los conciertos.
«Escribió la letra muy rápido, sin un significado real (…) Había muchas cosas que estaban cambiando en el mundo entonces, pero él simplemente la escribió y tiró para adelante», recuerda Nolan.
Han pasado más años desde aquella canción que todos los que vivió Cobain, pero esa guitarra azul permanece como objeto tangible de un momento en que el mundo abría una nueva página.
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