Infancia o juventud en los años ochenta: vacaciones en el pueblo o en la playa. Casa de los abuelos o la segunda residencia de los padres en urbanización de Torrevieja, por poner un ejemplo. Nos vale también Benidorm o un pueblo de las Hurdes, la ubicación es lo de menos.
Eran esas casas donde solían jubilarse los muebles y enseres que ya no íbamos queriendo y también, esos que tus padres adquirieron para amueblar el piso recién comprado y que luego acabaron obsoletos. Su moral y el bolsillo impedía tirarlos, así que acababan en esas casas a las que ibas de vacaciones. Allí se exiliaban las sillas de cocina, la mesa camilla con el agujero para el brasero (de este mueble en cuestión hablaremos en otro artículo), los hules de plástico para no estropear la mesa del salón, las sillas de playa que ya no tenían ni color y, por supuesto, el sillón de escay. O de skay, la grafía quizás genere debate pero lo que no lo genera es que te sentabas en el sillón en verano y ay de ti como llevases puesto un pantalón corto: al levantarte te dejabas la piel de la parte posterior de los muslos en el sillón. ¿Recuerdas? El acto generaba incluso hasta un ruido…
Se trataba de un sillón presente en casi todas las casas y que te servía de hamam, por el calor que generaba, si te sentabas en verano. ¿El truco? Colocar, entre tu piel y el sillón, una tela para impedir ser despellejado. Tras su expansión en el mobiliario urbano, pasó también al mercado de la automoción y al tapizado de los coches, salas de fiesta.. para que también pudieses desgarrarte la epidermis en otros lugares diferentes al salón de tu casa.
El escay no es ni más ni menos que un material sintético, se le conoce también como polipiel, que imita el cuero, lo cual explica su éxito en los años 60 y 70: quizás el bolsillo no diese para cuero, pero de cara a la galería, lo parecía. Además, ofrecían otra ventaja aparte de lo económico: eran muy fáciles de limpiar así que por eso mostraban un aspecto siempre bien lustroso (por eso y porque los había de todos los colores y con acabado brillante que a veces podía incluso requerir del uso de gafas de sol para evitar ser deslumbrado). “Los sillones de escay surgieron de la necesidad de crear un sillón de limpieza más fácil que uno de tela, ya que en esa época no había tapicerías antimanchas ni productos milagro; y de la mano de los sofás de piel, mucho más delicados y más costosos”, dice Guillermo Ortega, de Doos Interiorismo y la tienda online Deco Doos .
Este sillón se expandió como un virus por toda la geografía española y eso a pesar de que sentarse en uno de ellos en invierno tampoco molaba. Si en verano te hacía sudar la gota gorda, llegando el frío era como sentarte sobre una barra de hielo: en un sillón de estas características no entrabas en calor ni con mantas encima.
“Hoy en día gracias, a las nuevas tecnologías su uso ha quedado relegado casi en exclusiva a sitios con unas necesidades extremas de limpieza, como pueden ser sillones de dentista o camillas de tratamientos médicos, o sillones y asientos de maquinaria de construcción (transpaletas y volquetes)”, comenta Ortega.
En la evolución del escay podemos hablar de:
–Polipiel: con un acabado más fino y más parecido a la piel. Textura y color mate e infinidad de colores.
–Tejidos antimanchas: Tejidos recubiertos de teflón que son de fácil limpieza y sobre todo permiten la transpiración cuando estás sentado encima.
– Tejidos tecnológicos, “Que son telas con un recubrimiento plástico, aptas para uso en muebles de interior, exteriores o incluso barcos. Tienen las ventajas de ser resistentes al sol, al agua y humedad, pero a su vez son transpirables y evitan la incómoda sensación de sudar. En esta gama ya nos encontramos con muebles atractivos aptos incluso para su uso en entornos sofisticados y de lujo”, añade. En Doos Interiorismo han utilizado sillas con este material en su proyecto del restaurante Ambivium (1 estrella Michelin), en la bodega Pago de Carraovejas, en Peñafiel (Valladolid).
«En concreto, elegimos la silla apilable modelo Manila de Andreu World porque aguanta manchas de vino, manchas de chocolate, de Pedro Ximenez…. Se hicieron pruebas allí mismo de ensuciarlo, que se secara al sol y limpiarlo, y queda perfecto, sin ningún rastro de suciedad”, finaliza Ortega.
Ya ven, el escay sigue vivo, en entornos muy concretos, aunque ahora puedas sentarte y levantarte sin miedo. Bendita tecnología.
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