Como cada noche previa a la festividad de San Antonio Abad, excepto el año pasado por la pandemia, la pequeña localidad abulense de San Bartolomé de Pinares (521 habitantes), ha vuelto a revivir con emoción su tradición más sentida, controvertida y conocida dentro y fuera de España.
Las «Luminarias» son un signo de identidad de un pueblo situado a 27 kilómetros al este de la capital de la provincia, que ha vuelto a disfrutar de una costumbre en la que, esta vez, las mascarillas no solo han servido para resguardarse del humo de las grandes hogueras diseminadas por las calles, sino para protegerse de la Covid-19.
Pese a que el Ayuntamiento había hecho un llamamiento para que solo los vecinos del pueblo participaran de la fiesta, también han sido muchos los que se han desplazado hasta San Bartolomé de Pinares para volver a contemplar a los caballos atravesar y pasar junto a la veintena de «Luminarias», alguna menos que otros años. La afluencia de público ha sido similar a la de otros años entre semana, sin que se hayan formado grandes aglomeraciones.
Ni la gélida temperatura, ni la pandemia han podido este año con el desarrollo de una tradición muy arraigada en este pueblo sumido en una gran nube del humo procedente de las hogueras realizadas a base de los humedecidos piornos, retamas y escobas recogidas en los últimos días de los bosques cercanos. La humareda, visible a kilómetros de distancia, forma parte de la identidad de una fiesta en la que los otros protagonistas han sido los caballos y burros montados por sus dueños para, siguiendo la tradición, ser purificados.
Una tradición que se remonta al siglo XVIII, cuando una terrible epidemia diezmó las cabañas ganaderas de la zona, provocando que se buscase una solución que pasó desde entonces por el humo purificador de las «luminarias» para ahuyentar a los malos espíritus. De esta manera, el humo, el fuego y los equinos han vuelto a ser los protagonistas de una costumbre a la que este año se han sumado las mascarillas que ha portado la mayoría del público asistente, en esta ocasión, situado tras un cordón de seguridad marcado por el Consistorio.
A diferencia de otros años, cuando el recorrido partía junto al Ayuntamiento con la bendición de los animales por parte del párroco, mientras se repartían pastas y el vino de pitarra de la zona entre los participantes y el público, en esta ocasión los equinos han iniciado el trayecto junto a la iglesia.
Una vez bendecidos, los animales y sus monturas han iniciado un recorrido por la veintena de hogueras repartidas por las empinadas calles de este pueblo que ha vuelto a vivir con ilusión el retorno de su fiesta más arraigada. Como cada año, el paso de los caballos por las «luminarias» ha generado imágenes espectaculares y de gran belleza, que el público y los aficionados y profesionales de la fotografía no han dejado pasar.
Los 120 equinos, que este año se han tenido que inscribir junto a sus monturas, han dado varias vueltas al círculo de fuego creado por las hogueras instaladas en las escarpadas calles de San Bartolomé de Pinares, hasta que las llamas se han consumido hasta quedar reducidas a los rescoldos que han sido aprovechados para calentarse y asar las viandas preparadas.
Así, en las brasas junto a las puertas de la casas se han asado chuletillas, morcillas o panceta, para reponer fuerzas ante una noche larga. Antes de que comenzaran las «Luminarias», la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (ANPBA) ha vuelto a pedir al Ayuntamiento de San Bartolomé de Pinares que no permitiera que los caballos atravesaran las hogueras. Esta solicitud se ha sumado a la realizada otros años en el mismo sentido, señalando que la tradición lo que indica es que la purificación de los animales se produce por el humo que sale de las «Luminarias».