Hace frío y el clima se presta a hablar de quedarse en casa tomando algo caliente, al abrigo de una buena manta. Y si tenemos que hablar de mantas y nombrar una marca ancestral, artesana y que sea conocida fuera de nuestras fronteras, esa sin duda, Mantas Ezcaray, en La Rioja.
Son sinónimo de suavidad, de lujo (ahí están algunas de sus colaboraciones con grandes nombres como Loewe, Armani Casa, Carolina Herrera para demostrarlo) y de saber hacer: al frente en la actualidad está la tercera generación de la familia Valgañón, quienes recibieron a Idealista News para contarnos cómo fabrican estas prendas.
Parece que no ha pasado el tiempo por la fábrica de los Valgañón, firma que lleva funcionando desde 1930 y que es conocida sobre todo por el mohair.
El fundador fue el abuelo, Cecilio Valgañón: “Era un entusiasta de la música, cuando acudía a Madrid al conservatorio se fijaba en las tiendas de moda, los escaparates, las fibras naturales más elegantes… Cuando vuelve a Ezcaray viene con la idea de nuevos tejidos, era una persona innovadora. Coincidió con la Guerra Civil, todo era gris, negro, triste… y él decide apostar por los colores”, cuenta Ignacio Valgañón, responsable de marketing de la firma.
Unos familiares tenían por entonces un taller en el pueblo (que contaba con una gran tradición textil) pero no hacían mantas, sino otro tipo de textiles como trajes para monjas, para militares… Y ahí es donde se realiza el vuelco hacia las mantas. En 1950 incorporarán el mohair a sus creaciones, que es lo que supone un antes y un después de la firma: esta lana proviene del pelo de la cabra de Angora, en Sudáfrica, al menos ellos allí es donde encuentran la calidad que requieren sus prendas. También trabajan otros materiales como el Kashmir, que traen de Mongolia, y la lana merina, que proviene de Australia.
Visitar sus telares es como viajar al pasado: nadie diría que esta marca textil de ultra lujo sigue fabricando prácticamente como casi al inicio de su trayectoria. La materia prima les llega ya en madejas, con el pelo hilado: uno de los primeros pasos será desengrasarlas para lo cual se introducen en agua tibia, con un poco de sosa y jabón muy suave. “Después pasarán al tintado, a las centrifugadoras para quitar el agua y posteriormente a una especie de sauna secadora, donde tenemos el producto para que seque bien”, explica. La materia prima se dejará en la zona más húmeda de la fábrica porque una excesiva sequedad equivale a roturas.
El siguiente paso son los telares con sus bobinas, sus lanzaderas, las canillas y toda esa terminología que nos retrotrae a otra época. “A la hora de tejer, la manta se compone de la urdimbre, que es el vertical que determina la longitud y la anchura. Y la trama, que es el hilo horizontal. Primero hacemos la urdimbre y luego la trama, los procesos son en su mayoría manuales. Cuando ya tenemos la pieza final en el telar, se saca también manualmente y vamos al tercer pabellón, el de los acabados”, aclara.
Allí, dos mujeres serán las encargadas de comprobar, con mesas de luz, que no hay fallos. Si los hay, la corrección se hará también de forma manual. Se volverán a lavar y luego se peinarán para sacar todo el esplendor de la materia y que salga el pelo: en esta parte del proceso se utilizan cardos naturales que hay que ir cambiando, también manualmente, cada cierto tiempo de la máquina. “Después se cortará la pieza en función de lo que sea: mantas, bufandas, foulard… y finalmente, se hace el etiquetado y el cepillado manual”, detalla Valgañón.
Como pasa con todos los artículos artesanos uno puede pensar, al ver su precio de venta al público, que son caros pero esa visión desaparece cuando se descubre el trabajo que hay detrás de cada pieza porque hablamos de procesos manuales, no industriales. Como es el caso aquí.
El cepillado, que es algo que llama nuestra atención porque nunca hubiéramos pensado que algo tan suave y delicado como una manta Mohair debe cepillarse así, se realiza con unos cepillos de púa dura justo antes de empaquetar la manta: “Es algo que recomendamos a los clientes, que las peinen con un cepillo de púa dura, de los de toda la vida de madera, siempre cepillar a favor del pelo”, aconseja Valgañón.
Y sus consejos deben ser acertados porque muchos les llaman para decirles que llevan 20 años con la misma manta: “Hombre, eso de cara a nuestras ventas no es bueno, vaya, que dure tanto… pero al final nos caracterizamos por hacer productos de mucha calidad”, dice riendo.
Al ser un producto temporal, los meses que suelen ser más flojos, es decir, de enero a abril/mayo, es cuando se dedican a preparar stock para la temporada de otoño, que es cuando tienen su punto álgido de demandas. Porque, ya se sabe, Winter is coming…