Tras años de incertidumbre, a los vecinos de las míticas casas flotantes en el Nilo, en El Cairo, les llegó un aviso hace pocos días de que tienen que desalojar sus viviendas en un corto periodo de tiempo. Ahora, solo les queda agarrarse a un fino hilo de esperanza para que la operación se paralice.
A lo largo de la ribera del Nilo en el barrio cairota de Imbaba, ya se ven huecos de las casas flotantes que ya han sido demolidas, donde no vivía nadie para defenderlas, pero aún siguen en pie, por pocos días, las que son residenciales.
Neama Mohsen es propietaria de una de esas viviendas y lleva treinta años entre sus paredes: “Esta casa flotante es mi vida, la cuestión no es el dinero, aquí es donde vivimos y tenemos nuestros recuerdos. Di a luz a mis dos hijos aquí, hemos celebrado sus cumpleaños, las paredes de esta casa podrían contarlo todo”, afirmó a Efe.
Tienen hasta el próximo 4 de julio para desalojar la casa después de que les llegara un aviso de embargo y ahora, la sensación de incertidumbre corre por cada una de las habitaciones, las cuales están organizando para quitar todo lo que tienen.
UNA RAZÓN IMPRECISA
Las casas flotantes residenciales de El Cairo forman parte de la cultura popular que tanto atrae a egipcios y turistas, y donde se han grabado numerosas películas clásicas y series de televisión.
Desde 2020 estas viviendas están bajo amenaza de ser demolidas o trasladadas, aunque el ataque definitivo sólo se inició después de que el pasado enero el Consejo de Ministros creara el comité urgente de revisión y administración de las casas flotantes, que depende del también recién creado sector de desarrollo y protección del río Nilo y sus arroyos.
La versión oficial del embargo es que los vecinos tenían que pedir una licencia anual por vivir en esas casas flotantes, las cuales no les han dado desde 2020 pese a que ellos acudían a pagarla. Esto justifica al Estado proceder al desalojo.
“Me siento como si me estuvieran violando, a mí y a mi vida”, rompe a llorar Mohsen, que se sienta en el pequeño jardín frente a la puerta de su casa flotante, comprada por una española y su marido francés.
Mohsen recibió un aviso de embargo la semana pasada junto con una multa de 900.000 libras egipcias (45.309 euros).
“Presentamos solicitudes y cartas para reducir las multas que resultó del paso del sistema perimetral a metro cuadrado con efecto retroactivo, lo que acumuló cientos de miles de libras. Nadie respondió a nuestras solicitudes. Solo nos dijeron que todo saldría bien y que no iban a embargar nuestras casas, pero de repente hace unos días demolieron dos casas vacías y al día siguiente nos llegaron todos los avisos de embargo y multas”, relató.
“Hemos pagado lo que pedían y nadie nos contó nada de que estamos de forma ilegal o irregular”, dijo.
Según la versión oficial del comité de protección del Nilo, que actúa con los aparatos estatales de Defensa, Interior, Justicia, Agricultura y Gobernación de Giza: “se ha advertido anteriormente y tomado medidas legales contra las casas flotantes en la orilla occidental de el Nilo en Giza”.
Por ello, se tomaron “las medidas legales”, y se ha procedido al embargo y retiro de al menos tres casas flotantes “para su venta en subasta pública”.
Según los vecinos consultados por Efe, son casi una decena las casas que se han retirado de las treinta que están en la ribera.
“La única opción es atracar (las casas) en almacenes y pagar mucho dinero, pero no tenemos ni idea de qué vamos hacer en el futuro, ni sabemos qué quieren hacer con nuestras casas. Desmontarlas, destruirlas, quemarlas o venderlas en subasta pública, ni idea”, indicó Mohsen, que agregó que las casas cuestan ahora cientos de miles de euros.
“NO NOS VAMOS A IR”
“No nos vamos a ir. O bien nos echan fuera o nos arrestan”, así de claro dejó a Efe las posibilidades que Omar Robert Hamilton da a las autoridades a la hora de desalojar la vivienda familiar. Es el hogar de la reconocida escritora egipcia Ahdaf Soueif donde lleva viviendo diez años.
En su terraza, con el balanceo de la corriente del gran río, Omar indicó que han estado esperando esta decisión “años y años” hasta que finalmente ha llegado.
“Hemos vivido en una situación de incertidumbre durante mucho tiempo, pero ahora estamos en la fase de luchar”, apuntó.
A Omar le pasó lo mismo que a Mohsen: no les dejaron renovar los permisos anuales desde 2020, diciéndole que si pagaban “la multa” les darían el permiso, aunque nunca llegó.
De hecho, a ninguno de los vecinos les han ofrecido una “compensación” o lugar donde mover las casas flotantes, e incluso tienen que pagar el transporte cuando les desalojen dado que tienen que abrir el puente levadizo que cruza el NIlo en Imbaba para su traslado.
A Omar y su familia creen aún en luchar para que esta operación se paralice, pero para Mohsen, ese fino hilo de esperanza se está acabando.
“Cada día tengo menos esperanza, cada día veo uno de mis vecinos dejando su casa. Intentamos tocar todas las puertas pero la única respuesta es: dejad vuestras casas flotantes”, zanjó afligida Mohsen.