My Box Experience comenzó en 2014, con el objetivo de dar una segunda vida a los contenedores de transporte marítimo. A lo largo de estos años han creado piscinas, aulas e incluso viviendas, siempre con materiales biodegradables y energías renovables. Pero sin duda los proyectos de la compañía han crecido más rápido en el último período. Durante el covid, la empresa se centró en aportar soluciones que ayudaran a solventar la situación de emergencia en los espacios públicos.
Ejemplo de ello son los varios containers que han transformado en gimnasios al aire libre, o las aulas efímeras que crearon para multiplicar los espacios educativos en Madrid.
Se trata de salas sensorizadas y autohigienizadas, con control de temperatura automática y grandes ventanales para asegurar el paso de la corriente. Estas aulas en la Comunidad de Madrid permitieron poner solución a uno de los principales problemas que presentaban los colegios durante la pandemia, contar con espacio suficiente para dar clase minimizando el riesgo de contagio.
Varios hospitales y centros sanitarios se pusieron también en contacto con la marca ante la falta de sitio para atender a pacientes. My Box Experience ha proporcionado soluciones modulares para ampliar espacios hospitalarios, crear salas de espera o puntos de vacunación efímeros.
El auge de empresas como esta supone un gran avance en la economía circular y a la lucha por una construcción inmobiliaria sostenible. El año pasado crearon el complejo de piscinas con containers más grande del mundo, situado en Nazaré, y también han hecho varias estaciones de autobuses, como esta de Mora, o PopUps y Stands para eventos.
Pero otro de sus grandes proyectos ha llegado después. Con la erupción del volcán en La Palma, el Gobierno de Canarias les encargó la construcción de 85 hogares de emergencia para la isla. Se trata de viviendas de entre 45 y 60 metros cuadrados, cada una hecha con dos contenedores y reforzada con materiales sostenibles. Son casas resistentes al fuego y que cumplen todos los requisitos de una vivienda habitual.
El proceso ha consistido en coger un contenedor, cortarlo, aislarlo por dentro, revestirlo interiormente con pladur, suelos de madera y equiparlo con cocina y baño. El objetivo era dar una solución al problema, con una vivienda digna y de buena calidad para todos aquellos afectados por el desastre del volcán. Y es que, en el momento de emergencia, para abastecer el gran número de pedidos la empresa tuvo que triplicar su personal.
Actualmente están en pleno desarrollo de viviendas algo más grandes. Casas de 75 metros cuadrados completamente funcionales, destinadas a crear un hogar a largo plazo, siempre apostando por los materiales sostenibles y un diseño con grandes ventanales que permitan entrar la mayor cantidad de luz natural posible.