Vivía en el Hotel Ritz, no se dejaba caer por la Avenue Montaigneantes de mediodía, con sus zapatos de tacón altísimo y varios collares de perlas. Era altiva. Sus compañeros se quejaban del trato que les dispensaba, pero Christian Dior siempre se negó a prescindir de su musa Mitzah Bricard. “¿Os gustaría verla trabajar para otra casa de modas?”, rugía el modista cuando le iban con algún cuento sobre ella. Lo cual no era difícil: basta recordar que Bricard, nacida en París el 12 de noviembre de 1900 como Germaine Louise Neustadt, no era nada partidaria de llevar bragas.
Esta anécdota, que recoge el propio monsieur en su autobiografía Christian Dior y yo, fascina a John Galliano, que durante su etapa en la maison no dejaba de invocarla. “¡Fue la última mujer mundana!”, exclamó en una ocasión. No le faltaba razón: viuda de un diplomático rumano, adoptó su apellido de su segundo marido, presidente de unos laboratorios. Su elegancia innata y su vida mundana le abrieron las puertas de la Avenue Montaigne, que cruzó en 1946 como responsable de estampados. Obviamente su cometido no acabó ahí. El inventor del New Look —un estilo en el que ella tuvo mucho que ver— no daba un paso sin ella. Lo reconoce él mismo en sus memorias: “De vez en cuando madame Bricard emerge de sus sombrereras, hace un comentario adverso, condena una tela desafortunada o se decanta de repente por un color atrevido”. Precisamente un color, el lila —su favorito—, y un estampado, el de leopardo —que llevó antes que nadie—, son sus aportaciones más visibles a la marca, que no ha pa- rado de recordarla. Tres ejemplos: en 1954 Dior diseñó un dos piezas en seda malva en su honor; en 1997 Galliano hizo un vestido de noche de tul en ese color. Y en 2001 el maquillador Tyen lanzó una barra de labios en… lila, claro.
Esta temporada es Peter Philips quien la evoca con una línea de maquillaje y un perfume de La Collection Privée. Su imagen, la actriz Anya Taylor-Joy, “una Mitzah contemporánea”, dice el director artístico del maquillaje de Dior, que con esta colección rinde “tributo a la belleza” y a, como decía monsieur, “una de esas personas, cada vez más raras, que hacen de la elegancia su única razón de ser”.
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