Hace justo cien años que falleció en Madrid, también durante una pandemia, la escritora coruñesa Emilia Pardo Bazán, cuyos restos descansan en una cripta en el centro de la capital pese a que le hubiera gustado que la enterrasen en sus queridas Torres de Meirás, donde su legado pervivirá entre los usos que tendrá esta propiedad pública.
Doña Emilia, como la llaman sus estudiosos y admiradores, murió en tres días. La gripe la sobrevino en una de las primeras olas tardías de aquella pandemia un domingo en su casa. No había antibióticos, ni tampoco vacunas, rememora el catedrático de Literatura Comparada de la Universidad de A Coruña (UDC) José María Paz Gago.
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