Que nadie piense en un pasado oscuro ni en una triste historia. Este nombre, Pueblos Negros, hace referencia a una peculiar forma de construcción. Aislados desde tiempos inmemoriales por un terreno abrupto y acostumbrados a luchar contra los rigores del clima, los habitantes de estos pueblos de Guadalajara se las ingeniaron para construir sus viviendas con lo que la naturaleza les daba: piedra negra. Este material se utilizó no sólo en las casas, sino también en puentes, fuentes o vallas.
El resultado es un tono general de color negro que envuelve a estos pueblos, aunque no faltan también otras tonalidades propias de la pizarra, como el ocre. Es un tipo de construcción que también se ve en otras zonas de España, como en el Valle de Arán -en Lleida– o en Las Hurdes extremeñas. El Pico Ocejón, con más de 2000 metros, domina todos estos pueblos. Parecen iguales, pero son diferentes. Cada uno posee sus tradiciones, paisajes y sutiles matices arquitectónicos, pero siempre con la presencia de la protagonista común de su historia: la pizarra. Unidos por el Parque Natural de la Sierra Norte de Guadalajara y cercanos a Madrid y Segovia, muchas son sus pedanías. Sin embargo, vamos a pasear por los cuatro núcleos más singulares y pintorescos:
Umbralejo
En 1971 se vació definitivamente. Su gente emigró a las grandes ciudades, como lo hicieron muchos durante el éxodo rural que tuvo lugar en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX. Pero a raíz de incluirlo en el Programa de Recuperación y Utilización Educativa de Pueblos Abandonados, se restauró y comenzaron a desarrollarse en él actividades para los más jóvenes. Durante el verano, el bullicio es total. Los alumnos que se alojan allí aprenden sobre vida rural y respeto a la naturaleza gracias a actividades en las que amplían su cocimiento sobre apicultura, cestería o plantas medicinales. Pero esto es en verano. El resto del año, tiene unos vecinos peculiares… ¡de cuatro patas! Cuando se marchan los jóvenes, ovejos, cabras, caballos, burros o gatos toman las calles. Si quieres visitarlo, recuerda que no hay tiendas ni restaurantes y hay que consultar un horario, muy estricto, de visitas.
Valverde de los Arroyos
Al contrario que en Umbralejo, aquí no te faltarán restaurantes ni tiendas de artesanía o de productos locales como las manzanas que todos los años se recolectan y venden en las puertas de las casas y, cómo no, en alojamientos rurales. Valverde está a los pies del Pico Ocejón. Sus construcciones, como todos estos pueblos de pizarra negra y cuarcita, tienen detalles de buen gusto con las balconadas de madera. Los acebos aportan una nota de color. Desde Valverde, salen dos de las excursiones más atractivas de Guadalajara: la subida al Ocejón y el recorrido por Las Chorreras de Despeñalagua, unas cascadas de 120 metros de altura que podemos encontrar congeladas invierno.
Majaelrayo
En plena Sierra de Ayllón, se encuentra este pueblecito cuyo nombre deriva de la Majada del Rayo. Su autenticidad y aislamiento te conquistarán. Si te gusta el senderismo, no dudes en hacer la ruta de 9 km que parte desde aquí hasta Valverde de los Arroyos, subiendo al Pico Ocejón. Las vistas te dejarán sin palabras. Majaelrayo conserva ese sabor a pueblo que tanto nos gusta. Sus construcciones nos dan idea de cómo era la vida hasta no hace demasiado. Incluso el deterioro producido por el paso del tiempo no ha hecho que pierdan un ápice de su encanto. Un ejemplo de cómo el ser humano ha convivido con la naturaleza en perfecta armonía.
Campillo de Ranas
Sería conveniente mayor contención a la hora de nombrar un pueblo o, por lo menos, preguntar a los inquilinos. Estaría bien promover el hashtag #quienponenombrealospueblos. Este es, junto a Majaelrayo, uno de los pueblos negros de Guadalajara más auténticos. Aquí se siguen manteniendo esas construcciones singulares a base de apretadas lajas de pizarra y chimeneas del mismo material. Son curiosas las vueltas que da la vida, las circunstancias y –por qué no- las casualidades. Resulta que, a pesar de que el tiempo parece haberse detenido en Campillo de Ranas, es uno de los pueblos más “modernos”. Y es que este fue el primer pueblo de España en celebrar una boda gay. Paseando por sus calles empedradas, casi solitarias entre semana, nadie puede imaginarse que aquí se vivió una revolución. Tradición y modernidad conviviendo en un recóndito pueblo de Guadalajara. Y es que no sólo de bodas homosexuales vive Campillo, sino que se ha convertido en el escenario perfecto para cualquier tipo de casamiento. No olvides, si decides visitarlo, descubrir el reloj solar junto a la iglesia y el roble hueco, más viejo que el tiempo. Y si quieres seguir descubriendo la arquitectura negra no dudes en acercarte a otras pedanías de Campillo de Ranas como Campillejo, El Espinar, Roblelacasa, Robleluengo, Matallana, La Vereda, El Vado o La Huerce. Ahí están esperando, con la paciencia que da la Historia, a que nos acerquemos a ellos y aprendamos a disfrutar de un arte milenario que supera, gracias a su belleza, el mal augurio de su nombre.