En una nevada granja cien kilómetros al norte de Moscú Andrés Aquesolo, hijo de un «niño de la guerra», hace queso de cabra según la tradicional receta española. Después de diez años de duro trabajo y un gran desembolso económico, está empezando a educar los paladares de los rusos.
«Empezamos hace diez años con tres cabras y ahora tenemos unas 450. Hacemos quesos rústicos y los distribuimos en la capital. El mercado nos pide un producto de buena calidad. Se está vendiendo muy bien», comenta a Efe mientras acaricia una de sus cabras.